miércoles, 5 de enero de 2011

Asphyxia.

Tropecé, perdí el equilibrio. Sí, fue mi culpa, no supe reaccionar a tiempo y es que cuando te acostumbras al dulce néctar que te entrega una sonrisa es difícil que no cause estragos. Me quedé sentada, no podía ver más allá de mis propias lágrimas. Cuándo la calma volvió a reinar conseguí palpar un apoyo, algo que me pudo ayudar a que me alzara sobre las plantas de mis pies a duras penas. Logré echar a andar y cuando más segura me sentí, volví a tropezar. Pero prometí que no me daría por vencida. El único problema, las caídas; resentían mi cuerpo y el agotamiento cada vez se hacía más insoportable. Me quedé sentada y pensé cual podría ser la razón de mis caídas. Tenían nombre, Ilusión y Esperanza. Decidí apartarlas al fondo de mi mente, cada vez más y más y sin darme cuenta, se asfixiaron, ya no existían.
Mis condolencias a todo aquel que las supo apreciar.

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